No le pidas a Dios que te de grandes éxitos; Pídele pequeños adelantos de virtud.
No le pidas a Dios que aligere el peso de tu vida; Pídele que te de fuerzas para llevar el que Él quiera ponerte.
No le pidas a Dios poder demostrar que tienes razón; Pídele que te deje entrar siempre en el fondo de la verdad que pueda tener el otro.
No le pidas a Dios que todo el mundo te escuche; Pídele guardar silencio para que puedas escuchar a los demás.
No le pidas a Dios tiempo para tus males; Pídele capacidad para comprometerte con los males de los otros.
No le pidas a Dios que te cambie de cruz; Pídele que seas capaz de adaptarte a la que viene calculada para tu condición, tu talla y tu estatura.
No le pidas a Dios felicidad plena; Pídele saber hacer dichosa la vida con lo que tienes a tu alcance.
No le pidas a Dios cumplir con todo lo que te ha mandado; Pídele saber ofrecerle algo que nunca te ha pedido.
No le pidas a Dios el hogar más lujoso; Pídele el que tengas habilidad de manejar.
No le pidas a Dios dinero en abundancia; Pídele lo necesario para garantizar tu diario vivir.
No le pidas a Dios tanto viento que te sople; Pídele una brújula que te oriente.
No le pidas a Dios la magia de la suerte; Pídele el merecimiento del trabajo.
No le pidas a Dios muchos dones para lucirte en sociedad; Pídele mejor entrar a tu corazón.
No le pidas a Dios concebir muchos proyectos; Pídele una buena obra realizada en bien de los demás.
No le pidas a Dios un éxito rotundo; Pídele que siempre te deje ver el punto débil de tu pequeñez.
Y a la hora de morir… No le pidas a Dios lo que te mereces; Pídele su misericordia y su amor.
"En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición" 1 Pedro 3:8-9
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