Cuando comenzamos una nueva actividad, ya sea dar clases de yoga, aprender un nuevo idioma o ponernos al día en el nuevo programa informático de la empresa, solemos ponernos nerviosos porque nos parece que no aprendemos tan rápido como deberíamos. Es indudable que un cierto nivel de autoexigencia es imprescindible cuando comenzamos un proyecto nuevo, pero si nos exigimos demasiado terminaremos estresados, frustrados y nuestra motivación se esfumará.
Para evitar que esto ocurra, podemos utilizar una serie de estrategias.
No te compares con los demás: Siempre habrá gente que lo haga mejor que tú o que aprenda más rápido que tú, al igual que encontrarás quienes lo hagan peor o más despacio. Lo importante es que tú encuentres tu propio ritmo de aprendizaje, aquel que te permita mantener el interés sin crearte ansiedad. Igual que una pieza de jazz debe ser tocada en su justo tempo para que suene bien, tú debes encontrar tu propio tempo, sin preocuparte de los demás.
Fíjate expectativas razonables: Cuando iniciamos un proyecto estamos muy motivados, por lo que solemos ponernos expectativas muy altas que nunca podremos cumplir, lo cual terminará por desanimarnos. Si quieres fijar metas altas, establece también otras intermedias que te permitan evaluar tu propio progreso. Quizá en una semana no seas capaz de correr cinco kilómetros sin agotarte, pero sí aguantar diez minutos más corriendo que el día que comenzaste.
Celebra tus triunfos: Hay personas que sólo se fijan en lo que no han conseguido, en lo que les falta, en aquello de lo que carecen, lo que se termina transformando en un pensamiento negativista y desalentador. Cuando veas cuánto te falta aún, echa la vista atrás y observa todo el camino que has recorrido, todo lo que has aprendido y lo que has avanzado. Compárate con el primer día y siéntete orgulloso de tu progreso, cualquiera que éste sea.
Fuente Aqui
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La paciencia es definida como una “perseverancia callada y sostenida”. Avanzo con confianza durante cada día con una perseverancia callada y sostenida porque mi fe es fuerte. Sé que todo tiene su tiempo.
Cada día tengo la oportunidad de practicar la paciencia. Al esperar en el tráfico, utilizo esos momentos para descansar del ajetreo del día. Lleno cualquier lapso inesperado de tiempo con una oración sencilla o con pensamientos de gratitud. Ser paciente me ayuda a madurar espiritual y emocionalmente. Cuando estoy atento y en calma, veo el bien que llena mi vida. Otras personas se dan cuenta de mi actitud y determinan expresar más calma y paciencia.
Vivan alegres por la esperanza que tienen; soporten con valor los sufrimientos.—Romanos 12:12
Fuente: La Palabra Diaria
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