Receptivo al Espíritu, siento calma.
De vez en cuando, quizás me sienta ofendido o enojado. Si no deseo permanecer en este estado, puedo cambiar. Si siento ira, me detengo, respiro profundamente, acudo al Espíritu divino en mí y sigo Su guía. Esto puede significar alejarme por un momento de la situación, tomar tiempo para pensar y proseguir con el asunto luego de haberme sosegado. O simplemente puedo decidir escuchar con una mente abierta y una boca cerrada.
Si estoy enojado conmigo, hago lo mismo. Me detengo, respiro profundamente y me vuelvo receptivo al Espíritu. Gracias a la paz de Dios en mí, permanezco en calma y soy compasivo conmigo mismo. Perdono y tomo una nueva decisión.
Vestíos, pues, … de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.—Colosenses 3:12
Fuente: La Palabra Diaria
Sábado,11 de junio del 2011
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